Cada pieza de madera que me llega me dice algo. Cuando la miro siento que comienza un diálogo entre lo que yo veo y lo que la madera me cuenta. No solo son líneas y formas, son huellas de tiempo: una grieta, una veta, un nudo que susurran historias pasadas. Es ahí donde el diálogo comienza: la pieza de madera me cuenta su historia, y yo, como artesano, trato de entenderla, de interpretarla, de darle una nueva vida sin traicionar su esencia.
Mi tarea no es imponerle una forma ajena a ella, sino interpretarla, dejar que me guíe. Así, la madera deja de ser solo material, la pieza se convierte en un testigo de su propio viaje, y mi trabajo, en un acto de respeto hacía su historia. En ese diálogo, la madera y yo creamos algo único, lleno de vida y memoria.