El origen

Desde niño la madera me ha acompañado. Ha sido mi amiga, mi compañera de juegos, de experimentos, hemos explorado y aprendido juntos. Siempre ha estado conmigo. Con el tiempo, mi relación con la madera evolucionó.  Más tarde tuve la suerte de trabajar en la restauración de muebles, lo que me abrió las puertas del taller de un organero. Allí aprendí, no solo a restaurar órganos de iglesia, sino a fabricar piezas nuevas, adquiriendo nuevos conocimientos y técnicas. Aprendí a tratarla con el respeto que merece.

Hoy, la madera sigue enseñándome, como cuando era pequeño, que su belleza está en sus imperfecciones y en su historia.

Con ella crecí y con ella sigo creciendo.

La inspiración

Cada pieza de madera que me llega me dice algo. Cuando la miro siento que comienza un diálogo entre lo que yo veo y lo que la madera me cuenta. No solo son líneas y formas, son huellas de tiempo: una grieta, una veta, un nudo que susurran historias pasadas. Es ahí donde el diálogo comienza: la pieza de madera me cuenta su historia, y yo, como artesano, trato de entenderla, de interpretarla, de darle una nueva vida sin traicionar su esencia.

Mi tarea no es imponerle una forma ajena a ella, sino interpretarla, dejar que me guíe. Así, la madera deja de ser solo material, la pieza se convierte en un testigo de su propio viaje, y mi trabajo, en un acto de respeto hacía su historia. En ese diálogo, la madera y yo creamos algo único, lleno de vida y memoria.

El detalle artesano

Procuro utilizar, en su totalidad, madera reutilizada o sostenible.

La belleza natural de sus imperfecciones y cicatrices es mi fuente de inspiración: vigas de derribo, árboles caídos, madera lavada o de deriva, e incluso maderas de pallet. Aunque no sean consideradas maderas nobles, merecen el mismo respeto. Su carácter y su alma residen en su esencia natural.

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